No necesito un terapeuta ni un coach, sólo quiero a alguien que me escuche de VERDAD.
Una historia de desahogo y el poder de ser escuchado de verdad
El peso de no ser escuchado
¿Sabes lo que se siente al llevar una mochila llena de piedras?
Cada piedra representa algo que no has dicho de verdad;
una frustración no hablada,
un miedo que nunca expresaste,
un sueño escondido.
Día tras día, añades más piedras.
El peso aumenta.
Pronto, la mochila no es sólo una carga, la mochila eres tú.
Empiezas a encorvarte, tu sonrisa se vuelve menos genuina.
Es agotador seguir interpretando el papel de «estoy bien» cuando todo en tu interior grita que las cosas NO están nada bien.
Tienes gente en tu vida, por supuesto.
Una pareja cariñosa, algunos buenos amigos, una familia que te apoya, quizás.
Pero no siempre lo entienden.
No es culpa suya.
Te quieren, pero están ocupados con sus propias piedras que ellos mismos cargan.
A veces intentan arreglar las cosas en ti cuando lo único que realmente quieres es que te escuchen.
O peor aún, esperan a que haya un hueco en tu historia y pares de hablar para contarte un problema vagamente similar que ellos tuvieron hace unos meses.
Tu corazón se hunde un poco más.
Tienen buenas intenciones, pero incluso las personas más cercanas a ti pueden fallar cuando se trata de escuchar de verdad.
La historia de Sara
Sara conoce muy bien esta sensación.
Piensa en ella como la definición tradicional de éxito:
Una carrera exitosa
Una casa preciosa
Una vida aparentemente perfecta.
Pero la perfección es una fachada y cada vez es más difícil mantenerla.
Últimamente se enfada con su pareja por cosas sin importancia y se le saltan las lágrimas en los momentos más inoportunos.
Está acostumbrada a la presión, pero el ritmo incesante de su trabajo la asfixia en lugar de emocionarla.
No hay ningún lugar al que acudir, ningún espacio en su mundo frenético de poder y apariencias para la vulnerabilidad honesta.
Incluso cuando confía en una amiga para contarle lo que tiene dentro, la amiga le suelta el consejo fácil sin ser solicitado.
Sara no busca estrategias para aumentar su productividad ni una charla sobre la conciliación de la vida laboral y familiar.
Todo eso puede ser útil más adelante, pero ahora necesita vomitar todas las cosas feas en voz alta:
«A veces siento que soy un fraude, que no soy suficiente».
«Ya no estoy segura de que me guste mi trabajo».
«Echo de menos mi antiguo yo, el que tenía tiempo para… ser».
¿Pero a quién puede decirle eso?
Un terapeuta parece demasiado clínico para sus necesidades; un coach, demasiado centrado en objetivos y resultados.
Sara busca a alguien que simplemente sea testigo de su lucha, que le ofrezca un espacio sin prejuicios para desahogarse.
El don de la verdadera escucha
La gente como Sara -y quizá la gente un poco como tú y yo- anhela el tipo de escucha que no viene acompañada de expectativas.
No hay necesidad de intentar hacer positivas las cosas que no lo son, no hay presión por tener que encontrar de repente todas las respuestas.
Hay un poder inmenso en el simple hecho de ser escuchado.
Te permite escucharte a ti mismo.
Esa maraña de pensamientos y emociones empieza de repente a tener sentido cuando se expone a la luz de la atención simple y concentrada de otra persona.
Cuando alguien reconoce tus sentimientos sin intentar cambiarlos, esos sentimientos pierden parte de su intensidad.
Pero, ¿cómo encontrar a esas personas que te escuchan atentamente?
Esa es la parte difícil.
Mi historia, tu espacio de seguridad
Siempre he sido ese amigo.
El que la gente busca en el momento en el que surge un problema que necesita ser «vomitado»…
al que se le confían secretos susurrados,
los miedos no hablados que se han llevado dentro durante demasiado tiempo.
No sé por qué tengo ese don, simplemente lo tengo.
Tal vez sea un nivel de empatía superior a la media, o la forma en que hago que la gente se sienta realmente vista.
Sea lo que sea, me he dado cuenta de que va más allá de mi círculo más cercano.
La gente confía en mí porque cuando libera todo lo que lleva dentro, de alguna manera se siente diferente.
No intento arreglar.
No comparo.
No interrumpo.
Mantengo el espacio.
De eso se trata.
Es un lugar donde te puedes expresar con total libertad.
Tal vez sea una bronca sobre un cliente horroroso.
Tal vez sea un llanto silencioso sobre una herida no sanada.
Tal vez sea una exploración incoherente de un sueño a medio formar que te hace sentir a la vez asustado y entusiasmado.
Sea lo que sea lo que pesa en tu corazón, este es un espacio para liberarlo.
El mero hecho de que alguien te escuche, de todo corazón, te permite procesar las cosas de una manera que es difícil de conseguir a solas.
Las palabras se forman en tus labios mientras hablas, ayudándote a desentrañar tus propios pensamientos.
Las emociones se vuelven menos abrumadoras cuando se expresan en voz alta y, al hacerlo, parte de su poder se disuelve de forma natural.
Es como las válvulas de presión de una máquina;
Liberar un poco de tensión ahora evita un reventón más adelante.
Las emociones, cuando se reprimen, pasan factura.
A veces es sutil… una tristeza persistente, irritabilidad, una persistente sensación de insatisfacción.
A veces es más fuerte: dolencias físicas, agotamiento, rupturas sentimentales o incluso enfermedades crónicas graves.
Cómo funcionan las sesiones
- Confidencialidad: Las sesiones son de 50 minutos, completamente confidenciales y pueden ser a través de audio o videollamada.
Tú eliges si quieres permanecer en el anonimato o no. Lo que te haga sentir más seguro/a. - Sin presión, sólo presencia: No hay ninguna expectativa.
Este es un momento para TI, para liberarte de lo que te agobia y ganar la claridad que viene de sentirte verdaderamente escuchado/a. - Mi papel: Piensa en mí como un testigo que no juzga, ofreciendo un apoyo inquebrantable.
A veces se trata simplemente de una atención silenciosa, otras veces pueden ser reflexiones suaves sobre lo que estoy escuchando, ayudándote a obtener una visión aún más profunda de tus propias palabras.
El cambio requiere valor, incluso los pequeños cambios.
Ahora mismo, tal vez sientas curiosidad.
Tal vez haya un pequeño destello de esperanza mezclado con duda.
Y eso es totalmente comprensible.
No pasa nada si no estás preparad@ para comprometerte.
Pero pregúntate lo siguiente:
Si esas piedras en tu mochila invisible siguen creciendo, más pesadas cada día que pasa, ¿en qué dirección vas?
A veces, el mayor acto de autocuidado es dar a esos sentimientos reprimidos, a esas verdades no dichas, un lugar donde simplemente existir.
Si algo resuena en ti,
si hay una parte de ti que anhela el alivio de ser verdadera y plenamente escuchad@,
entonces aquí estoy para ti.
Desahoga tu alma.
Libérate.